Obra
Michel Hubert Lépicouché
(a Philippe Jaccottet)
Celui qui gravit la montagne
Aux cent noms,
Et qui les dit,
Échos roulant sans fin
Sur le glacis des pentes,
Alors sur les hauteurs émerge,
Libre, enfin, de sa voix d´homme.
Aquel que asciende por la montaña
De los cien nombres,
Y los evoca,
Ruedan y ruedan
Los ecos por las brillantes laderas,
Ha coronar las más altas alturas,
Liberado, por fin, de su voz de hombre.
- I -
Hoy he vuelto a subir la montaña de mis sueños. Vencí al cansancio, al miedo, al vacío cuya llamada se hacía cada vez más imperativa bajo mis pies. Y cuando emprendí la bajada me dije: mañana volveré a subirla. ¿Qué es el vértigo del montañero cuando por fin tiene consciencia de lo profundo que es el mundo? El sueño del mar sólo tiene sentido al perderse en el horizonte, velas o alas de gaviotas que siguen alejándose más y más en la noche de los párpados cerrados. Hasta el infinito. Pero con la noción de infinitud choca la mole inmutable de la montaña, incluso con lo que queda de su recuerdo tras volver a despertar en las brumosas tierras bajas. Por eso el tiempo debe cadenciarse para soñarla, paso a paso, con sus cien nombres enunciados antes de volver a abrir los ojos…